El mundo debajo de nuestros pies

¡Qué sorpresa cuando al mirar fijamente detecté movimiento! Empecé a tomar nota de todo y no podía creer que dentro de un espacio tan pequeño encontré 9 tipos de insectos

Por Lisa Anderson

En fila india fuimos caminando tras la maestra hasta llegar al único pedazo de terreno con grama que había en la escuela pública. Estábamos riéndonos y preguntándonos qué íbamos a hacer con este pedazo de 60 cm. de hilo (lazo). La maestra tenía una cara de misterio mientras se arrodillaba y extendía el lazo formando un cuadro.

Al entregarnos la tablilla con sujetapapeles, una hoja de papel y lápiz, nos explicó que nuestra tarea era contar el número de insectos y otros objetos dentro de este marco. En la hoja teníamos que describir su forma, tamaño, y el número encontrado. Además, teníamos que tratar de dibujar este mundo al otro lado del papel.

Incrédula, encontré un espacio apartado de los demás y me tiré a la grama. El sol me calentaba la espalda y extendí el lazo en un círculo (¡tenía ganas de ser contraria!).

¡Qué sorpresa cuando al mirar fijamente el espacio detecté movimiento! Empecé a tomar nota de todo y no podía creer que dentro de un espacio tan pequeño encontré 9 tipos de insectos.

Me sentí mal al encontrar 6 pedazos de basura como chicle, colilla de cigarrillo, envoltura de confites y un pedazo de vidrio roto. Me apenó ver que ensuciamos el entorno que estas bellas criaturas. Las hormigas me tenían especialmente intrigada ya que salían y entraban de “mi círculo”.

Al empezar a hacer mi croquis, me quedé pensando en que todo este mundo estaba viviendo debajo de mis pies cada día que caminaba por acá, sin que yo me diera cuenta. ¿Cuántas otras cosas que Dios ha hecho están a mi alrededor y yo ni me doy cuenta?

De pronto, la maestra nos llamó y no podía creer que había pasado 30 minutos observando. La clase se trataba de Ciencia y al regresar al aula, todos íbamos mostrando nuestros dibujos y contándonos nuestros hallazgos.

No recuerdo el propósito de la maestra, pero pasó hace 40 años y todavía no se me olvida el asombro que sentí por Dios y su maravillosa micro-creación.

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